Distingo el olor de tu tristeza cambiando de estación
hacia las flores.
El velo que te separaba de la noche
se enredó en otra mirada.
Se fue como un fantasma que se libera de su historia
y de una antigua estrella que brillaba el brillo de un reflejo de agua.
Te nombran los árboles asidos a la tierra,
y susurran silencios fundamentales.
Lo que callan el viento y la montaña
está deletreado en tu pecho
y forma un sendero en el que danzará el aire al ritmo de la vida y la muerte
repetidas como olas de mar.
Te veo, me sonríes
y empieza la composición del tacto, la sal y la fe.
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